Cada vez que se acerca un 24 de Julio una misma pregunta nos viene a la cabeza, ¿Qué hace que un niño rico de cuna y huérfano, decida dejar todas sus comodidades por luchar cruentas batallas en beneficios de oprimidos?
Aunque hacerle seguimiento a la vida de nuestro Libertador Simón Bolívar, nos puede llevar a encontrar la formación ideológica que justificó esta entrega desmedida por los principios de Libertad e Igualdad, existen razones de sobra en ese Simón niño, que impulsaron la hazaña de emancipar a casi todo un continente.
En un artículo del profesor Juan Sant Roz publicado en el año 2009, en Aporrea, encontramos algunas luces que nos podrían ayudar a entender cómo era ese Bolívar niño, y qué era lo que le rodeaba en el momento de su nacimiento.
Nació nuestro niño Simón Bolívar en la Caracas de 1783, finales del siglo XVIII y principios de una era política complicada, por los pensamientos revulsivos en contra del yugo de las monarquías europeas, sobre todo en las consecuencias que estas provocaron sobre las colonias americanas.
La ciudad de la Capitanía General apenas se veía agitada por el tropel de los caballos de encomiendas, y el ruido de los bulliciosos esclavos, siempre en grupo y sometidos a los trabajos más duros.
Pocas casas rodeadas por inmensos jardines, grandes árboles, caminos de tierra y piedra hacia la inmensidad de los campos, y en las ciudades, como lo describe Roz: “iglesias, soñolientos campanarios, plazas para el discurrir lento y pausado de las horas; no hay tiempo, no hay prisa por nada, los murmullos de arrieros o viajeros resumen toda la escena de los movimientos que estremecen la ciudad. Una paz que casi nadie se atreve a pensar por qué la tienen, por qué existe, a quién se la deben. La vida es muy es sencilla, las preocupaciones sociales están atadas a un señor que no es del lugar; y cuanto existe no es del lugar. Todos dependen de un rey que no convive con su pueblo. Las órdenes vienen de muy lejos, los funcionarios que administran los productos, lo que da la tierra viene de muy lejos; los impuestos vienen de muy lejos. Del otro lado de las montañas llegan esos hombres que dicen haber descubierto estas tierras, pero no se contentaron con "descubrirlas", se han quedado imponiendo sus extrañas costumbres y leyes”.
Entre estas leyes, el dogma de fe, de creer como palabra única lo dicho por el clero, y las autoridades españolas. Dice Roz: “El hombre que ha nacido en el Nuevo Mundo no sabe realmente lo que tiene. Su vida, sus propiedades, sus esfuerzos, su destino está en manos lejanas e invisibles. No representan ni tienen nada”.
Bolívar crece entre caballos, a la sombra de los árboles, inventando aventuras imposibles, tal vez al estilo del Hidalgo Don Quijote, aunque poco le interesa leer, y esto genera molestias a sus maestros.
Simón Bolívar era un niño muy rebelde, producto en parte de la madurez temprana a la que le había sometido la vida, ya que su padre y su madre se habían ido de este mundo, y estaba solo frente al mundo con apenas 9 años.
Era una paradoja, Simón Bolívar era rico pero había perdido a los 9 años todo lo que más quería, todo el dinero y las tierras las hubiera cambiado por tener a sus padres a su lado, pero el destino sabe a que espíritus somete a fuertes luchas.
Sus familiares, cansados de la rebeldía, envían a Simón a Europa con la ilusión de formar a un español de alcurnia, pero para Bolívar esta fue la oportunidad de encontrarse con aquello que su alma siempre había buscado, los ideales de libertad, de igualdad.
Si ya había podido superar lo de sus padres, ¿qué podría serle difícil?, ¿un Imperio?, Bolívar se juró a si mismo y a sus maestros reivindicar en América aquellos ideales aprendidos, a cualquier precio haría que los americanos tuvieran derecho a lo que le era vedado.
Como explica Roz, lejos Bolívar está de ser conspirador, y los primeros pasos de la Independencia les parecen algo aburridos y débiles, su idea era hacerle frente a lo no deseado.
Nada puede con el ímpetu de Bolívar, aunque conoció de cerca la miseria, la traición, el dolor, el engaño, de todos ellos aprendió lo suficiente para vencerles la partida.ç
No tardaría mucho el niño de la Caracas de 1783, en demostrar que su sueño no era un imposible, vivir como un pueblo libre e independiente iba sólo a depender de la valentía y el compromiso de los americanos.