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jueves, 16 de enero de 2014

Ciudades carpa”, la miseria que vive Estados Unidos

Marylin Berenzweig era la envidia de muchos. Su trabajo como diseñadora textil le permitía alquilar un cómodo apartamento en Nueva York y darse la gran vida junto a Mike, un programador de radio con el que ha estado casada por 40 años. Pero las cosas dieron un giro de 180 grados a comienzos del 2008. 

De la noche a la mañana ambos perdieron sus trabajos, en medio de la crisis económica que sacudió a Estados Unidos ese año. 

Aunque lograron sobrevivir con sus ahorros, estos se esfumaron en unos meses. Sin casa y sin familiares a quienes recurrir, fueron dando tumbos hasta llegar a Lakewood, un pequeño poblado en Nueva Jersey. 

Allí, en la mitad de un espeso bosque, Marylin y su esposo armaron su nueva residencia: dos tiendas de acampar y un toldo que protege el viejo piano que Mike se rehusó a dejar cuando salieron huyendo de Nueva York. 

“Es triste llegar al final de la vida en estas circunstancias -dice Marylin, sin ocultar su amargura-. Uno no se imagina que algo así le pueda pasar. Y menos en un país con tanta riqueza. Pero aquí estamos. Somos la prueba de que le puede pasar a cualquiera”. La pareja no está sola. Ellos y otras 80 personas conforman lo que se conoce como la tent city (ciudad carpa) de Lakewood. 

Según estadísticas no oficiales, en Estados Unidos hay al menos 55 de estos campamentos, en los que viven unas 5.000 personas. “Es un fenómeno tan reciente que no hay cómo medirlo. Lo que sí sabemos es que cerca de cada gran ciudad del país hay una o varias de estas villas. Es un problema en expansión”, sostiene Michael Stoops, de la Coalición Nacional para los ‘sin casa’. 

De hecho, ya hay quienes las comparan con las ‘Hoovervilles’, las ciudades miseria que emergieron en Estados Unidos en los años 30, como consecuencia de la Gran Depresión, y que tomaron su nombre del apellido del presidente Herbert Hoover. A las de hoy, de menor escala, ya les dicen ‘Obamavilles’. 

La comunidad de Lakewood es un microcosmos del país. Hay blancos, afroamericanos y hasta mexicanos sin papeles, de diversos estratos sociales. “Llegan porque no tienen a dónde más ir. Aunque hay quienes han sido un ‘sin techo’ toda su vida, la mayoría de nuestros residentes son personas que perdieron el empleo, la casa, todo, en estos últimos años”, asegura el reverendo Steve Brigham, un excontratista del sector eléctrico que se ha dedicado tiempo completo a la causa de los ‘sin casa’ en Lakewood. Tanto, que hace dos años decidió irse a vivir junto a ellos, y ahora duerme en un viejo bus que le donó un colegio local. 

Brigham trabaja de sol a sombra buscando recursos y donaciones que le permitan abastecer el campamento de las cosas esenciales: comida, agua, ropa, medicinas, artículos de aseo y gas propano para encender un par de estufas. 

La vida en Lakewood no es fácil. Solo hay dos letrinas y una ducha, que construyeron ellos mismos valiéndose de un pozo de agua subterránea, pero que no alcanza para las necesidades de todos. 

“Ha sido duro acostumbrarme a no poder bañarme con frecuencia. El polvo se te pega en la cara, en el cuerpo”, cuenta Nina Rogala, una polaca de 60 años que llegó a la zona cuando su esposo la dejó por otra mujer, sin un dólar. 

A veces, los domingos, después de la misa que ofrece el reverendo en una capilla que improvisó bajo un toldo, preparan entre todos una cena comunal con las sobras que cada uno aporta. 

Entre semana, todos van por su lado, cortando la leña que requieren para encender los asadores donde preparan sus alimentos y los hornos que les sirven de calentadores durante el invierno. 

En esta época, hace mucho frío en Lakewood. “Este invierno no ha sido tan grave. El del año pasado y el anterior fueron horribles: casi dos meses bajo cero, nieve por todo lado y una estufa de leña para calentarnos a cuatro”, recuerda Pedro, un mexicano que llegó a Estados Unidos huyendo de una vida en el narcotráfico. 

Irónicamente, el frío extremo es a veces la única fuente de ingresos que tienen muchos de los residentes de la villa miseria de Lakewood. Especialmente para los mexicanos, unos 15, que se emplean de manera temporal removiendo nieve después de una tormenta. Pero en esta temporada no ha caído ni una gota. 

La mayoría de los residentes están resignados a su suerte. “Antes de llegar acá me pasé varios años en el rebusque, durmiendo en moteles de mala muerte, aferrándome a un estilo de vida que no podía sostener. Pero el trabajo se esfumó y no veo que las cosas hayan mejorado”, dice Doug Hardman, que llegó al campamento hace dos años, luego de perder su casa en la Florida durante la crisis inmobiliaria. 

Según Brigham, el asentamiento de Lakewood debería ser solo un hogar temporal para estas personas, mientras mejoran los cosas. Sin embargo, algunos llevan casi un lustro sin levantar cabeza. “El desempleo sigue muy alto -comenta el reverendo-. Sectores como la construcción y el entretenimiento, que eran fuentes estables de trabajo, siguen deprimidos. Mientras eso siga así, será muy difícil reubicar a esta gente”. 

Eso es algo que ha estado tratando de hacer la ciudad de Lakewood, pero a la fuerza. En el 2010, las autoridades locales presentaron una demanda para expulsar a los residentes del campamento, con el argumento de que estaban ocupando un terreno público. Un juez desechó la causa el año pasado, alegando que el Gobierno tiene responsabilidad sobre la suerte de estas personas, y les pidió a las partes que conciliaran. 

Entonces se pactó que la comunidad podía permanecer en el bosque, siempre y cuando detuviera su expansión y no construyera edificaciones permanentes. Todo un golpe para los habitantes de la villa, que ya habían montado estructuras sólidas para protegerse del invierno y que tuvieron que derribarlas con sus propias manos. 

“Es muy doloroso -admite Brigham-, porque nos hemos visto obligados a cerrar la puerta a muchos que han llegando buscando refugio. No nos quieren aquí, pero tampoco quieren poner el dinero para construir un albergue donde podamos reubicarnos”. 

Pero el sol no se puede tapar con las manos. Villas miseria como la de Lakewood son un recordatorio en carne viva del profundo impacto que ha tenido la crisis económica en una de las naciones más ricas del planeta. 

En EE. UU., el 15% son pobres 

Número de personas ‘sin techo’ aumentó 20% en cuatro años 

En EE. UU., según la Oficina del Censo, hay 47 millones de personas (el 15 por ciento de la población) por debajo del límite de pobreza, la cifra más alta en 50 años. 

De ellos, 700 mil son ‘homeless’, o sea que no tienen techo. La cifra ha crecido 20 por ciento en 4 años. 

El desempleo marcó 8,3 por ciento en enero. Aunque es más bajo que el tope registrado en el clímax de la crisis económica (9,9 por ciento a finales del 2009), es muy elevado frente al promedio histórico, que se sitúa entre 5 y 6 por ciento en las últimas tres décadas. 

El ‘Obamaville’ más grande está en el centro de Florida, cerca de Disney World. Se llama Pinellas Hope y alberga a casi 300 personas. 

También hay asentamientos populosos en Seattle (Washington), Óregon; Sacramento y San Diego, (California), Reno (Nevada), Sierra Vista (Arizona), St. Petersburgo (Florida), Huntsville (Alabama), Athens (Georgia), Nashville y Chattanooga (Tennessee), Columbus (Ohio), Ann Arbor (Michigan), Providence (Rhode Island) y Lowell (Massachusetts).

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